Soñar, pensar, planear, sabotear… – ‘Origen’

Origen (Inception, Christopher Nolan, 2010)
Tiene que ser un signo de los tiempos: buena parte de los más célebres cineastas estadounidenses actuales orquestran sus obras recientes alrededor de protagonistas con identidades quebradas, debiendo viajar a través de laberínticas películas/mundos para llegar a una catarsis final que les diga realmente quién son. Esta tendencia es profundamente heterogénea, ya que cada director imprime a su película una perspectiva distinta, pero sí es cierto que podemos establecer nexos entre el Dominic Matei de Juventud sin juventud (Francis Ford Coppola, 2007), la Nikki Grace de Inland Empire (David Lynch, 2006) o el Teddy Daniels de Shutter Island (Martin Scorsese, 2010). Precisamente es Scorsese quien más tiempo lleva explorando el tema de la identidad esquizofrénica del hombre (repito: hombre) estadounidense, que se construye violentamente en Gangs of New York (Scorsese, 2002), se comienza a resquebrajar en El aviador (Scorsese, 2004), enloquece con los dobles personajes de Infiltrados (Scorsese, 2006) y finalmente de derrumba en una amalgama de traumas y recuerdos horrorosos en la ya citada Shutter Island. Es llamativo constatar que Scorsese lleva dedicando todo el siglo XXI a retratar esa identidad americana mediante películas monumentales, en el sentido más matérico de la palabra, que relacionan ímplicitamente la realidad mental del individuo con un determinado estado de las cosas colectivo, que no es otro que el de la esquizofrenia. Por cierto, todas las ficciones de este siglo del maestro de Queens están protagonizadas por Leonardo DiCaprio. En este bullicioso contexto está enclavado Christopher Nolan, un director que cumple una década de fama desde que se dio a conocer con Memento (Christopher Nolan, 2000), film que ya gravitaba alrededor de lo que antes calificaba como signo de los tiempos, un personaje masculino de pasado tortuoso que debe llevar a cabo un trayecto catártico para recuperar/recomponer la identidad perdida, concepto que se ha constituido en el tema principal de la filmografía del director inglés. Así las cosas, lo natural era que Nolan y DiCaprio unieran esfuerzos para llevar a cabo Origen (Nolan, 2010), una película tan ambiciosa como complejo es el caldo de cultivo en el que se edifica, que merece un análisis pormenorizado para poder llegar a una conclusión calmada y coherente sobre ella.
Buscando una identidad
Desconcierto racionalista
En la citada Juventud sin juventud Dominic Matei (Tim Roth) habla en dos ocasiones de la historia de Chuang Tse y la mariposa; a saber, un rey que soñaba que era una mariposa que soñaba que era un rey que soñaba que era una mariposa que… La historia original es algo diferente pero el resultado es el mismo: llega un punto en el que la dualidad y la superposición de capas impide saber, sobretodo al rey, si el sujeto primigenio es él o la mariposa. Origen se construye sobre esta premisa tan sencilla y la lleva al extremo, a la extenuación cinematográfica más pura, pues se abre con un flashforward, se desarrolla por la vía de la acumulación y la simultaneidad, y se cierra con un plano ambiguo,  lo que genera una cíclica sensación de desconcierto: el sueño ha sido tan profundo que es imposible decir si lo inició el rey o la mariposa, si nos encontramos en el espacio del soñador o del soñado. Y no obstante, estamos lejos de los terrenos oníricos de David Lynch o Luis Buñuel: Origen es un film profundamente racionalista, y es imposible valorarlo como es debido si no es por la vía del intelecto, pues será éste quien nos traerá las sensaciones y la sutileza que encierra la última propuesta de Nolan. Es preciso entender que Origen no es tanto una película sobre el mundo de los sueños como un film de atraco (heist film) desarrollado en dicho entorno, igual que El caballero oscuro (Nolan, 2008) es un policíaco asentado dentro de las fronteras del cine de superhéroes. Bajo este paraguas genérico aceptamos entonces que la película posea como columna vertebral el plan maestro que el grupo de atracadores de sueños, por llamarlos de algún modo, llevan a cabo para cumplir la misión para la que los ha contratado Saito (Ken Watanabe), un magnate de la industria energética: introducirse en el subconsciente del heredero de su competidor para inocularle la idea de que quiere deshacerse de la empresa de su moribundo padre, impidiendo así un más que posible monopolio de dicha empresa. Esta existencia de un plan, de un objetivo a cumplir, es lo que separa el onirismo de Nolan del de Lynch: en el primero el sueño es el medio, mientras que en el segundo es el fin. Así, los sueños de Nolan adquieren, y es así como el director, coherentemente, los filma, apariencias realistas y rotundas, despreciando lo sugerente y sinuoso del sueño lynchiano, pues todo está planeado y pautado, intelectualizado en definitiva, razonado para que así el grupo protagonista pueda cumplir con su misión; por si fuera poco, el cineasta introduce la figura del «arquitecto» de sueños, Ariadne (Ellen Page) en la película, para que sea éste quien dé forma a los entornos que deberán transitar los personajes al introducirse en el mundo onírico, quien cree los sueños. El heist film se fusiona con el género fantástico y crea un híbrido pionero en el cine contemporáneo de Hollywood.
Un sueño hiperrealista formado por líneas rectas y formas geométricas

Soñar la realidad

La apariencia realista y calculada de Origen, deudora de su concepción de película planeada, se ve trastocada constantemente por la irrupción de elementos desestabilizadores que hacen tambalear el complot orquestrado por el grupo protagonista. Lo interesante es que esos elementos provienen todos del subconsciente de los personajes, y que son puestos en escena de forma literal al desarrollarse buena parte del film en el entorno onírico. Así, lo más valioso de Origen es ver unos sueños tratados en sus apariencias como si fueran verdaderos pero estructurados a modo de la escalera de Penrose, invocada recurrentemente en el film: es realmente una escalera, pero está organizada de modo que se transforma en un objeto imposible y engañosamente peligroso. Los sueños de Nolan son parecidos, pues a primera vista son reales pero al transitar por ellos se revela su condición onírica. Ciudades que se pliegan sobre sí mismas, espejos en medio de la calle, trenes que cruzan por una avenida, un ascensor que lleva a diferentes recuerdos, un ejército de seguridad que aparece de la nada, una mujer muerta que trata de sabotear el plan…  Pero, sobretodo, lo más innovador que posee Origen es que su carácter onírico no viene dado por la naturaleza de sus imágenes (de nuevo difiere de Lynch o Buñuel, o incluso de la pesadillesca Shutter Island) sino por la relación que se establece entre ellas, por lo que dentro de la película se da en llamar «niveles» del sueño, que no son otra cosa que sueños dentro de sueños, a modo de muñecas rusas, en los que el grupo de atracadores deben adentrarse para llegar a ese punto primigenio del subconsciente donde una idea inoculada puede arraigar sin que sea rechazada por ser ajena al sujeto. Por ello, Origen, como ya sucedía con El caballero oscuro, es una película que revela sus más estimables cualidades al ser observada en su monumental globalidad, mientras que extirpar imágenes sueltas puede conducir a una temeraria conclusión de vacuidad. Por sí solo, el grandilocuente y sentido clímax en esa ciudad imaginaria a medio camino entre la metrópolis actual y la escenografía de posguerra no trasciende su propia espectacularidad, pero el colosal montaje paralelo (¡a 4 tiempos!) revela de forma epifánica su condición de nanosegundo del que pende toda la película y dependen el resto de fenómenos, creando una sinfonía de cúspides narrativas y dramáticas difícil de igualar, sobretodo teniendo en cuenta que ésta está compuesta por hechos superpuestos, más que simultáneos, algo que el uso de la cámara lenta plasma imaginativamente: véanse la magistral pelea antigravitatoria o el tratamiento temporal de la caída de la furgoneta. Así, si El caballero oscuro acudía a la realidad contemporánea (terrorismo, corrupción, héroe vs. villano) para construir un film cimentado en la confrontación entre el orden y el caos como esencias sociales y llegar a un clímax de una radicalidad dicotómica tan sorprendente como discutible que buscaba desesperadamente reencontrar una suerte de moralidad, Origen acude a los universos paralelos, la ensoñación y la virtualidad con el objetivo de crear una polifonía de tiempos, realidades alteradas y personajes desarraigados que den cuenta de la heterogeneidad del presente y de la dificultad de afirmar la seguridad y rotundidad del mismo, su univocidad. No parece casual que en la última entrega de Batman Nolan dibujara una realidad constantemente dinamitada por un personaje, el Joker (Heath Ledger), cuya máxima era no planear nada y dejar fluir al caos, mientras que Origen presenta múltiples realidades vertebradas por un plan maestro que busca devolver al mundo la homogeneidad perdida. No obstante, Nolan no se atreve aún a dar una respuesta definitiva, como ya hacía en El caballero oscuro, y todo sigue pendiendo de un hilo, probablemente porque categorizar sobre entornos tan descomunales como los de sus dos últimas películas es algo tan atrevido como arrogante.

La metrópolis se pliega: un plano/contraplano onírico

Personajes espaciales

No son pocos los críticos que acusan a Christopher Nolan de fundamentar su estilo en el guión, como si eso fuera negativo per se, aunque no es extraño pensar que esa acusación venga dada por la sobreexplicación fenomenológica y psicológica que adereza buena parte del metraje de sus films. Reconozco que eso es algo que no me incomode especialmente, siempre y cuando dicha palabrería no consiga aquello que, tratándose de Nolan, sólo ha conseguido una vez, durante el monólogo final de El caballero oscuro: romper la sensación de coherencia y empaque que cada una de sus obras, especialmente las dos últimas, logran a medida que avanzan los minutos, y que culminan con el colapso de todo lo creado hasta el momento y la subsiguiente sensación de tremendo vértigo que producen. En El caballero oscuro, el as en la manga que se guarda el Joker y que sume al film en una intimista y goyesca negrura; en Origen, la aparición de Mal (Marion Cotillard) en el sueño de la fortaleza nevada, que pone en jaque el colosal plan llevado a cabo por los protagonistas, momento puesto en escena por Nolan de forma terroríficamente liviana y sencilla, algo que habla a su favor como director. En el caso de su última obra, la sobreexplicación puesta en boca de los personajes resulta menos molesta que nunca ya que estamos ante una película profundamente desnaturalizada y autoconsciente, puesto que los protagonistas son plenamente sabedores de que se encuentran en un sueño, por lo que toda la cháchara no son más, por decirlo de algún modo, que monólogos interiores, para nada censurables si tenemos en cuenta la perspectiva racionalista tomada por Nolan en relación a los sueños. Y sin embargo, si El caballero oscuro, por su anclaje realista y su psicología alterada, era un film donde el fenómeno se mostraba mientras que el personaje se hablaba, podemos considerar que en Origen sucede todo lo contrario ya que, estando buena parte de la película desarrollada en los sueños creados por los personajes de la misma, el decorado cumple la función de mostrar la psicología de los protagonistas, proyectada en la escenografía, mientras que los hechos sí son explicados (necesidad justificada por el racionalismo de la obra). Así, Saito (Ken Watanabe) envejece en un depurado y lujoso palacio oriental, Ariadne (Ellen Page) pasea por un idealizado París de película, Fischer (Cillian Murphy) sueña con el centro financiero de una gran ciudad, Arthur (Joseph Gordon-Levitt) mete a sus compañeros en un hotel de diseño tan aséptico y serio como es él mismo, Eames (Tom Hardy) crea la explosiva y adrenalítica fortaleza nevada y, por último, Cobb (Leonardo DiCaprio) busca entre las ruinas de lo que antaño fue una megalópolis a su mujer muerta, Mal, en lo que es una evidente recreación de su propia mente desmoronándose. Por otro lado, la misma Mal, o el ejército que intenta frenar el avance de los protagonistas por los recovecos de la mente de Fischer, son materializaciones de unas psicologías inestables parapetadas en sus propias fronteras, reacias al cambio, que prefieren encerrar los traumas en recónditas estancias antes que hacerles frente cara a cara. Origen afianza a Nolan como cineasta global, creador de mundos inabarcables a partir de pequeñas ideas, civilizaciones capaces de ponerse en duda con suma facilidad, personajes en perpétua búsqueda de sí mismos, ansiando recuperar o alcanzar algo así como una identidad y un lugar en el mundo, aunque todo siga pendiendo de un hilo. Christopher Nolan, como Cobb, como el Joker o Batman, como los competitivos magos de El truco final (Nolan, 2006), como el fundacional Leonard de Memento, tiene que ser un signo de los tiempos.

La medida de las cosas: la extrañeza ante un entorno hostil


4 respuestas a “Soñar, pensar, planear, sabotear… – ‘Origen’

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  1. Perfecto Marlo, adjudicado a Zucine! ;)
    Por cierto, una propuesta que quería hacerte: es probable que pueda obtener la acreditación de prensa para el Festival de Sitges, que empieza el 7 de octubre. Qué te parecería colgar allí las crónicas?
    Un saludo y hablamos del tema :)

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